El «tintorro party» ataca con fuerza

No se puede ser más hipócrita y más miserable. El PP de Rajoy parece superarse así mismo, una vez más, con el caso del Consejero de Cultura murciano agredido el pasado sábado. Pensábamos que Gürtel, el espionaje en Madrid o la siesta descarada con la que esperan a que llegue su victoria rozaban límites cuasi  insuperables. Ahora culpan al Gobierno y al PSOE de un acto violento.

Como bien recuerda Ignacio Escolar en su columna en público, el PP ha mantenido posiciones muy distintas ante otras agresiones protagonizadas incluso por sus propios militantes. La violencia es violencia y por ello condenable, venga de donde venga. El simple hecho de especular o utilizar un acto de este tipo convierte al PP en más violento y crispador.

Por suerte para esta derecha, el poder mediático se encuentra casi monopolizado por el mundo más conservador. Esto le permite ponerse la careta y que Fraga pueda incluso decir que el PP es un partido de centro. El trabajo sucio se lo hacen algunos periodistas. Pongan Intereconomía o lean la Gaceta y verán lo que es violento e incendiario.

Desde ese sector mediático recuerdan ahora el ataque a la congresista Giffords para señalar que desde el mundo progresista se culpó directamente al Tea Party. Con esto intentan justificarse y hacernos creer que se limitan a hacer algo que otros ya han hecho.

Que yo sepa, el PSOE y el Gobierno no promueven campañas radicales contra el sector conservador, ni fijan en políticos del PP objetivos a combatir con la ayuda de todos. El detenido y presunto autor de los hechos no tiene el carnet de militante del PSOE ni la orden expresa de Zapatero o Rubalcaba.

Hablan ya del porra party de la izquierda pero lo único que hacen con esta actitud es confirmar la existencia de un tintorro party español encargado de envenenar todo cuanto pueda. Con esas acusaciones y ese vocabulario no sé si lo que pretende el PP y la derecha cavernaria es volver a lenguajes del pasado sobre bandos violentos que fijan objetivos a uno y otro lado. Luego son otros los que pretendemos trasladarnos a ambientes del pasado… ¡De escándalo!

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